domingo, 30 de octubre de 2011

María Dolores Herranz. Poesía.




SU CONDENA

La condena de estar viva, era su más dura pena
con la boca muy sellada y sangre hirviendo en las venas.
De ser un día con luz, paso a ser noche muy negra,
aquel paisaje florido, se convirtió en hojas secas.
Como coraza de amianto, su memoria la atrapaba
con una angustia perenne, despertaba las mañanas.
Mal llevaba su rutina invadida de añoranzas,
sólo podía sonreír al rememorar su infancia.
¿Por qué nos amantaste con tu leche tan amarga?
¿Quién te despertó aquel día, con estruendos de metralla?
¿Qué fue lo que sucedió, quién pagará aquella tasa?
¿Dónde fueron a dormir los que sacaron al alba?
Hoy no quiere recordar los zumbidos de las balas
ni las raciones de pan, de leche o de palabras.
Quiere volver a encontrar ilusión en las miradas
y que les deslumbre el sol cuando abra la ventana.
Ver el triunfo de la vida y el final de la guadaña,
que no vuelvan esos tiempos de oscuridad y de rabia,
de silenciar unas bocas con las miradas que hablan.


Dolores Herranz.
Desde Valencia. España.

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