martes, 16 de agosto de 2011

Enrique Arias Vega. Artículo





El Mercado... Eres Tú

     Uno de los eslóganes más repetidos en los últimos tiempos, tanto por los indignados del 15-M, como por algunos políticos populistas, es que hay que vivir al margen de los mercados financieros, como si se tratase de una opción voluntaria, que uno toma o deja de tomar, como el tinto de verano o los pinchos de tortilla.
    
     Lo siento, pero el mercado, los mercados, son consustanciales a las relaciones humanas desde que alguien cambió parte del venado que había cazado por las coles que otro había cultivado.
Por eso, el deseo de aislarse de los flujos de intercambio económico quizá sea bienintencionado, pero resulta utópicamente absurdo: es tan inútil como querer abolir la ley de la gravedad.
    
     A un amigo mío que critica a menudo mi liberalismo por considerarlo reaccionario y trasnochado le gusta poner rostro a esos abstractos mercados financieros y los imagina como una reunión de siniestros personajes de copa y puro especulando con nuestras vidas en unos enormes y enmoquetados despachos. El otro día no pude resistirme y parafraseé los conocidos versos de Bécquer: "¿Qué es el mercado?, dices mientras clavas/ en mi pupila tu pupila azul./ ¡Qué es el mercado! ¿Y tú me lo preguntas?/ El mercado eres tú".
"¿A qué viene esa tontería?", me preguntó.
Le expliqué que el dinero con el que la Seguridad Social atiende sus prestaciones no está en un cajón, sino que fluye por los dichosos mercados para aumentar su rentabilidad. Lo mismo sucede con su cuenta corriente en el banco. También su plan de pensiones está invertido en activos financieros y la entidad que lo gestiona los vende y los compra según la confianza que le merezcan unas inversiones u otras.
"Ya ves", le dije, "tú, yo y millones de pequeños ahorradores conformamos ese mercado que toma decisiones, pondera dónde meter el dinero y con sus actos es capaz de hacer bajar la Bolsa o encarecer la deuda de Grecia, pongo por caso".
No quedó muy convencido el hombre, ni cuando le expliqué que los fondos que manejan los ahorros de millones de jubilados japoneses, por ejemplo, tienen que andar mirando el euro —en su caso, el yen— precisamente en beneficio de los pobres pensionistas nipones y no les tiembla el pulso a la hora de mover billones de un sitio a otro, pese a las turbulencias que ello cause en el mercado de valores.
    
      Nada de esto impide que haya que establecer unas reglas de juego claras y justas, por supuesto. Lo mismo sucede con las normas de tráfico y a nadie se le ocurre que no se deba circular por las carreteras.


Enrique Arias Vega.
Desde Valencia, España.

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