sábado, 23 de abril de 2011

Víctor José Maicas. Artículo.





VARIOS PORQUÉS DEL CONFORMISMO CIUDADANO.

    Quizá las primeras respuestas las encontremos en el tipo de sociedad que nos han tratado de inculcar desde las grandes cúpulas de poder.

    Pienso que de la misma forma que sensibilizar a la ciudadanía en la defensa de los Derechos Humanos es una labor lenta y costosa, construir una sociedad apática y sin valores tampoco es una cosa que se consigue de la noche a la mañana, de ahí que durante años algunos hayan estado “reeducando” a la población para conseguir su ansiada “contra-sensibilización”.
   Así pues, es mucha la gente que últimamente me pregunta por qué hemos llegado a esta situación social y económica tan lamentable y, a la vez, por qué la ciudadanía en general no ha reaccionado para así no haber llegado a la precariedad que vivimos en la actualidad. Pues bien, si me lo permiten, dicha contestación se podría resumir en este breve artículo, quizá algo irónico pero creo que con mucho fundamento, que escribí hace algo más de un año:

     ARTÍCULO: “Vender el alma al diablo”.
    Tengo un amigo que me preguntaba, tras un breve razonamiento, por qué nuestra sociedad sigue tan alarmantemente apática si los acontecimientos, de alguna forma, nos invitan constantemente a rebelarnos contra muchas de las cosas que están sucediendo desde hace bastante tiempo. El razonamiento al que él me hacía referencia consistía en exponerme una serie de realidades tan latentes como pueden ser que a pesar de que por desgracia vivimos en un país en donde la gran mayoría son mileuristas, sin embargo la mayor parte de esta sociedad que evidentemente no va en absoluto sobrada ha apostado por el individualismo puro y duro, abocándose en los últimos años a un consumismo sin control en el que ya apenas suelen afectar los problemas ajenos y, menos aún, las guerras o las terribles penalidades y miseria extrema por las que están pasando infinidad de países a lo largo y extenso de este mundo, un mundo precisamente que agoniza debido, sobre todo, a ese cambio climático al cual el ser humano está contribuyendo de una forma totalmente negligente y descabellada. Su exposición fue algo más extensa, pero a grandes rasgos, era ésta la base de su argumento para finalmente hacerme la pregunta clave: ¿por qué el conjunto de la sociedad no reacciona y se replantea ese desequilibrado y a menudo insolidario sistema de vida?
   La verdad es que sentí, de algún modo, que ya antes alguien me había formulado tal pregunta justo después de haberme hecho el mismo razonamiento previo. Sí, pensé de inmediato, no eran imaginaciones mías, puesto que había sido yo mismo el que desde hacía bastante tiempo me estaba haciendo tal pregunta después de observar, incrédulamente, el comportamiento apático y desinteresado que ha mostrado nuestra sociedad desde hace varios años. Y quizá por ese motivo, por ya haber buscado un porqué a dicha pregunta, mi respuesta no se hizo esperar.
   Verás, le dije, es posible que esté equivocado, pero en el fondo creo que hemos caído, como sociedad, en nuestra propia trampa. Después de estos años de bonanza económica en los cuales todo parecía fácil y sin excesivas complicaciones, muchos han llegado a creer que por ellos mismos y sin la ayuda de nadie, siempre serían capaces de afrontar cualquier tipo de complicación a nivel individual. Se llegó a un punto en el cual ya casi nadie se conformaba con tener simplemente una buena casa o un buen coche, sino que dichas pertenencias debían ser mejores que las de sus vecinos. Todos querían más, y más, y más, y desde todas las instancias se les incitaba al consumismo sin control. Si el sentido común aconsejaba ser cauto y no pretender sobrepasar las limitaciones de uno mismo, desde la misma sociedad se incitaba al ciudadano a que nadie se pusiera límites, y prueba de ello es que según parece hasta los bancos ofrecían hipotecas sin tener en cuenta un mínimo lógico de garantías. La cuestión era ofrecer y ofrecer, y cuantos más clientes existiesen en sus listados, mejor que mejor. En pocos años, prácticamente todo el mundo quedó hipotecado, pero no por unos años, sino de por vida, y cuando muchos se quisieron dar cuenta, ya no había marcha atrás, puesto que acababan de vender su alma al diablo. De repente se dieron cuenta que existía una cosa llamada euribor que era real, y no ficticia, y que cuando por los vaivenes del mercado este subía, ellos ya no debían trabajar 8 horas, que son aquellas por las que nuestros padres lucharon para así conseguir a las futuras generaciones una mejor calidad de vida para de esa forma tener más tiempo de ocio, sino que ahora se veían obligados a trabajar 10, 12 ó 14 horas para poder llegar a fin de mes y así pagar todas las deudas contraídas. Y en la actualidad, la gente que todavía tiene el privilegio de no haber perdido su empleo llega a casa tan cansada y agobiada que lo único que desea es no pensar en nada, simplemente quiere relajarse y, como acabo de decir, “no pensar”. Y tras atravesar la puerta del ansiado hogar y refugiarse en la comodidad de su sofá, de repente el individuo descubre que en “la caja tonta” alguien ha tenido la gran idea de hacer programas a su medida, precisamente esos que para disfrutar de ellos no hace falta pensar: gran hermano, el tomate, corazón corazón, salsa rosa, y un sinfín de programas de esta índole. Pero aún así, puede llegar un momento en el cual el propio subconsciente se rebele y le incite a uno a preguntarse el porqué de su ajetreada pero a la vez insulsa vida, y es ahí donde de nuevo las grandes cabezas pensantes demuestran a la sociedad que no han dejado cabos sueltos: fútbol, así es, aquellos que han comprado tu alma han creado algo para que descargues tu ira y rabia contenida acordándote, sin remilgos, de la señora madre del árbitro de turno. Y es sólo entonces cuando se tiende a despotricar, a maldecir y a sacar del cuerpo toda la rabia contenida a lo largo de esa dura jornada laboral en donde apenas se ha tenido tiempo para pensar. Y las gentes se van a la cama en cierto modo relajadas y con la sensación de que le han dado su merecido al destino, pero sin darle más vueltas al asunto ya que han de descansar pues al día siguiente tienen un nuevo y ajetreado día en el cual han de trabajar unas 12 horas, han de ver la tele basura y se han de acordar, para así descargar sus iras, de la madre de un tipo que se pasea en pantalón corto por el televisor y que no hace más que darle a un exasperante silbato.
   Cuando acabé de dar la respuesta que me pedía mi amigo, los dos nos miramos y reímos al unísono sabiendo que quizá había exagerado un poco pero que, a fin de cuentas, no todo lo que le había dicho eran exageraciones, pues en realidad, una gran parte de hombres y mujeres van a trabajar sin descanso durante toda la vida que les queda para así poder pagar esos intereses que “Don Diablo” les demanda por no haber pensado en su día si valía la pena o no, venderle definitivamente su alma. Eso, claro está, contando que uno sea todavía uno de esos privilegiados que no ha perdido su trabajo ni su casa por culpa, directa o indirectamente, “de los de siempre”.

    Bien, pues una vez leído este artículo, ustedes mismos dirán si he exagerado mucho o poco en mi respuesta.



Víctor J. Maicas.
*escritor
Desde Castellón. España.

Víctor José Maicas. Artículo



EL CARIBE, Y LA ESCANDALOSA MEZCLA DE LUJO TURÍSTICO Y PRECARIEDAD SOCIAL.

    Si los mandatarios del llamado primer mundo consienten las desigualdades sociales en sus propios Estados, imagínense lo que serán capaces de consentir fuera de sus fronteras.

    En uno de mis artículos anteriores les hablaba del contraste social existente en una ciudad tan carismática a nivel mundial como es Nueva York. Bien, pues si los grandes mandatarios mundiales, al menos por lo que parece, no se ruborizan lo más mínimo al ver que eso puede suceder en las entrañas de su propio mundo, imagínense lo preocupados que deben de estar por lo que está sucediendo en otros mundos, en otros lugares en donde la opinión pública no tiene, en cierto modo, tanta repercusión para ellos. Pero les dejo ya con mi visión de ese “paraíso artificial” al que últimamente suelen acudir muchas personas pertenecientes a las clases medias del llamado primer mundo pensando que “el sistema” funciona bastante bien (o al menos eso quieren creer).
    El Caribe es un mar cálido, como muchos otros que he podido visitar, pero en cambio éste lleva tatuado en su historia todas aquellas andanzas de piratas y bucaneros que despertaron mi imaginación con apenas diez años. Sí, el Caribe es el mar de los sueños, de los paraísos perdidos que se venden al precio de dos por uno en las agencias de viajes de cualquier ciudad europea. Ese mar en el que los sueños deben hacerse realidad, y en el que su indiscutible belleza natural se ha de fundir con la felicidad de los que allí viven. Quizá sea esto lo que nos quieran vender, sabiendo de antemano que sus paisajes no nos defraudarán y dando por hecho que el interés del turista hacia sus gentes no irá más allá de un simple comentario con el camarero que nos sirve los daiquiris.    
    Pero la realidad, como siempre, es otra. De todas formas, intentaré también hablar aunque sea brevemente de todo lo bello, de sus increíbles playas atestadas de cocoteros, de sus ciudades coloniales llenas de vida y del carácter abierto y alegre de sus gentes, a pesar de todas las penurias por las que han de pasar.
    He tenido la oportunidad de visitar varias veces aquel mar, engullendo sus sabores tropicales y deleitándome con sus colores. Sus playas de arena blanca se mezclan con sus aguas color turquesa, y la frondosidad y exotismo de sus árboles y plantas te hacen pensar que el paraíso realmente existe, al menos en lo que a la naturaleza se refiere. Las casas pintadas con los colores del arco iris te transmiten una informalidad y alegría dignas de un edén. Desde la República Dominicana hasta México, pasando por Jamaica y un sinfín de islas, sus paisajes te hipnotizan de tal forma que pensar en el mundo real parece un imposible. Sus ciudades coloniales te trasladan a tiempos pasados, con fuertes y fortalezas que rememoran viejas batallas de corsarios y soldados con casaca. Santo Domingo, San Juan y un sinfín de lugares te recuerdan su intenso pasado, pero sobre todas ellas, La Habana, esa ciudad que te transmite mil sensaciones y que, de una forma u otra, nunca te pasa inadvertida.
    La Habana, como decía, es un conglomerado de sensaciones y, por qué no decirlo, de preocupantes contrastes. La bella y remozada arquitectura de su casco antiguo, La Habana vieja, contrasta con la precariedad y aparente abandono del resto de la ciudad. Es sobrecogedor adentrarte por sus largas avenidas y calles en las que tus ojos afirmarían que por allí ha pasado un huracán o un tornado, ya que la dignidad de los edificios ha sido tan dañada, que su aspecto se parece al de un moribundo esperando la extrema unción.       Tampoco te dejan de sorprender esos vehículos anclados en los años cincuenta que conviven con la modernidad de los teléfonos móviles. Pero La Habana es mucho más que eso, incluso más que su famoso Floridita o La Bodeguita del Medio, tan anunciados para deleite de turistas y curiosos. La Habana son sus gentes, la vida intensa que ves en sus calles, la alegría de un grupo de muchachos y muchachas bailando al son de la música de un viejo radiocasete y, por qué no, la inagotable sonrisa y esperanza que observas en sus rostros.
        Pero evidentemente, y como decía al principio de este escrito, no todo es tan maravilloso, pues la zona del Caribe, como la mayor parte de Centroamérica y Sudamérica, han tenido que sufrir constantemente el azote de su «vecino del norte», los siempre presentes Estados Unidos que, de una u otra forma, siempre han intentado controlar la economía y el devenir de estos países sin tener casi nunca presente la precariedad en la que viven y han vivido la mayor parte de sus habitantes. Un control, evidentemente, consentido por la mayoría de los países pertenecientes al llamado primer mundo.
    Por cierto, para comprobar lo que indico en este último párrafo para así no dar la sensación de subjetividad, tan sólo hay que consultar la historia reciente de estos países durante los últimos cien años, ya que no es ningún secreto y existe mucha documentación imparcial al respecto que, sin duda, no cabría en este artículo.


Víctor J. Maicas.
*escritor
Desde Castellón. España.

Francisca Martínez Usero. Poesía





¿QUÉ OPINIÓN ME MERECES?

¡Fariseos del pensar!
¡Dictadores de conciencia!
¡Mercaderes de la ignorancia!
¡Asesinos de la razón!

Que vilipendiáis la grandeza del hombre,
en un oscurantismo feroz.

¡Pobres corderos! Balando al unísono
tras la batuta de una hiena.
¡Carroñero de vida! Devorará vuestra carne
sin apenas daros cuenta…
Y todo ello con la mejor de sus sonrisas.

¡Prostituta de codicias! Denuncias guerras
que alimentas con la sangre del más débil.
¡Mira tus manos! ¡HIPÓCRITA!
Enciendes una vela a Dios y otra a Satán.

¡Llama a las cosas por su nombre!

No digas:” Limpieza étnica”, a un genocidio.
Ni “interrupción voluntaria del embarazo”, al aborto.
Ni “daños colaterales”, a muerte de inocentes.
Ni “derecho a muerte digna”, al la eutanasia.
A un largo etcétera… que en el tintero queda.

¡Adulador de vanidades! Sólo te importa figurar
a cualquier precio, vendiendo tu honra si hace falta.

Algún día, os segaré como a la mala hierba.
No deja crecer las margaritas, que se comen los cerdos.
Los mismos que hoy, alimento con mi voto.

¡Si no respetas la VIDA, ni respetas la MUERTE!
¿Qué opinión me mereces?

F. M. Usero.
Desde Murcia.

Francisca Martínez Usero. Poesía






CENTAURO DE MISERIAS

Si una lágrima exprimiese
y su esencia degustara…
En sorbo amargo me diera
la ansiada paz a mi alma.

Y transida de dolor
por lo que allí contemplara:
Veo un mundo hecho pedazos,
perdido entre las hordas del tiempo.

Encadenado a lacras de sin razón…
De enajenado sentir.
Entontecido hasta la entraña…
Oníricos desvelos le hacen desvariar.

Acomodado en vanidad…
¡Centauro de miserias!
Con lepra de indiferencia,
holgazanea su onerosa vida.

¡Fantasma de ubérrimo existir!

Que galopas sobre una consciencia herida,
hacia tu malhadado destino.
¡Recoge este suspiro al viento!
“De quien hoy llora por ti”.





F. M . Usero
Desde Murcia

domingo, 10 de abril de 2011

Lilian Uribe. Poesía





NOSOTROS

Nosotros seremos los héroes,
se verán nuestra fotos
exhibidas en los muros,
seremos un ejemplo
para el olvido.
Por nuestros nombres
se harán revelaciones,
y por nuestras tumbas
los poetas escribirán sus versos.




LAS MADRES


¿Dónde está tu cuerpo,
cíclope de la guerra,
acaso se heló tu voz
sobre la montaña?
Esta tarde el libro de la infancia
ya no se lee,
se quedó en el patio
donde durmieron los inocentes.
La pantalla del T.V.
quedó muda
después de la guerra.
El padre que bendijo el matrimonio
deshizo los sueños
y los dejó agonizantes en la frontera.
Sus únicos y viejos zapatos
quedaron cerca del corral de los cerdos.
Se prendieron nuevamente los fogones
en los hornos de barro
para hacer el pan de maíz.
Y entre la hierba de Zahlah
quedó su aroma
perfumando las gotas del rocío.
Las balas golpearon su cabeza
como si fuera la de un toro salvaje.
Las madres buscaron incesantes
al borde de la frontera,
los restos de sus hijos.
Sembrando flores
cultivaron espinas,
mientras caían los ojos
fijos en los fogones,
las flores que llevaron
al Campo Santo
quedaron inertes
sobre las alambradas.
Habrá que encender nuevamente
el horno de barro
para hacer el pan de maíz.




LIBERTAD


Me hablas de libertad

y allá afuera la luna

se viste de manos entrelazadas,

de silencios,

de miradas mustias,

de ráfaga de pájaros sangrientos.

me hablas de libertad

mientras la greda de los hombres

se deshace lentamente,

se confunde, se hace pólvora

en algún perfil de hierro,

y te escribo ausente

con la palabra siempre,

con la palabra nunca,

con la palabra patria

doblegada entre los dedos.


Lilian Uribe.
Desde Viña del Mar. Chile.



Enrique Arias Vega. Artículo



APRENDIENDO A DELINQUIR

La vida real no tiene nada que ver con las series de C.S.I. ni con esas otras películas tan de moda sobre medicina legal. Por fas o por nefas, una gran parte de los delitos cometidos queda impune, sin que haya medios materiales y humanos suficientes para investigarlos; y eso, en el supuesto de que muchas veces llegue a descubrirse la mera comisión del crimen.
El penúltimo caso: la inconclusa investigación del asesinato de Marta del Castillo. La única persona juzgada hasta la fecha, El Cuco, lo ha sido sólo por encubrimiento, sembrando dudas sobre cómo poder imputar luego a los demás participantes en el abominable crimen.
Las contradictorias declaraciones de los implicados, sus falsas pistas sobre dónde hallar el cadáver y la habilidad con que han toreado a policías, jueces y fiscales ha sido como haber realizado un master acelerado en delincuencia.
Por desgracia, tanto las series de ficción como los reality shows y demás panoplia televisiva de hoy día enseñan más a los criminales a borrar sus trazos que a los agentes de la ley a descubrirlos.
Luego, la lenidad de algunas condenas parece que incitase a la reincidencia. Es lo sucedido con Ramón Laso, quien sólo pasó nueve años en la cárcel por los homicidios de su mujer y de su hijo. Precio tan bajo le ha llevado, 18 años más tarde, a asesinar a su nueva cónyuge y a su cuñado.
Y es que en esta sociedad de una banalidad hipertrofiada, donde se confunden la realidad con el espectáculo, resulta mucho más fácil aprender a delinquir que a impedir la comisión de crímenes.

Enrique Arias Vega
Desde Valencia. España.

sábado, 2 de abril de 2011

Francisca Martínez Usero. Poesía



 ¡OPIO DEL PUEBLO!

Cuando se entrona la estupidez,
no queda un ápice de cordura
en derredor, pulula la ignorancia
sobre un conformismo mortecino.

¡Opio del pueblo!
Donde se compran libertades
y se acallan conciencias.
Por unas monedas… se prostituye la justicia.

Juventud maleada con la heroína
de la libertad, falsos diamantes
de cegador brillo… amordazan la rebeldía,
la lucha por el libre pensar.

Adoctrinamiento de un sistema
que merma la lucidez,
hasta convertir en manso rebaño.
Fuegos de artificio… humo de distracción.

Todo ello aliñado con el condimento
del bienestar social.
¡Feministas de pancarta!
Que ocultáis vuestras vergüenzas, bajo falsa igualdad.

¡Es mejor la noble y digna diferencia!
En una sociedad machista…
¿Qué cabe esperar?
Gota a gota de sangre, se conseguirá.

Y vosotros, que osáis hablar en nombre de Dios,
para amancebaros después con el poder.
Más os valiera, colgar la piedra de la conciencia,
antes de escandalizar a un pequeño.

¿Dónde está la voz del profeta,
del poeta, del filósofo…
De todo aquél de corazón limpio?
¡Gritad, gritad fuerte! Y os escucharan.

¿Qué mundo dejaremos a nuestros hijos,
ante tanta estulticia?
¡Despierta, no seas cobarde!
Y por una vez en tu vida… Piensa.

El que tenga oídos… que oiga.
El que tenga ojos… que vea.
El que tenga corazón… que sienta.


F.M.USERO
Desde Murcia