sábado, 12 de febrero de 2011

Enrique Arias Vega. Artículo.


UNA DÉCADA DE AUSTERIDAD

En pleno debate sobre si adelgazar o no las administraciones autonómicas, iniciado por Mariano Rajoy, nuestro vicepresidente Gerardo Camps debe decidir si endeuda o no a la Comunidad en los 500 millones más para los que tiene autorización. De momento, Artur Mas ya le ha dicho a Rodríguez Zapatero que Cataluña sí que necesita hacerlo  —aunque haya agotado su límite de crédito— por culpa del pufo que le ha dejado su predecesor, José Montilla.
Todo esto sucede en la semana en que Angela Merkel llega a Madrid para revisar nuestras cuentas, en pleno revuelo por la oferta alemana de acoger a titulados españoles que no encuentren trabajo en nuestro país. Esta posibilidad no resulta novedosa, puesto que en los dos últimos años ya han emigrado a otros países 120.000 jóvenes españoles de 25 a 35 años, profesionales altamente cualificados todos ellos. Por si los problemas de nuestro mercado laboral no fueran pocos, nos dedicamos, pues, a recibir inmigrantes sin formación y a exportar titulados con talento.
Este triste escenario ya lo había previsto el profesor Santiago Niño en su lúcido libro El crash del 2010, señalando las carencias de una economía española dedicada a actividades de factor trabajo intensivo, las cuales generan poco valor añadido y nos hacen más dependientes del sector exterior y del crédito. En su demoledor diagnóstico, concluía que "el mundo ha estado demasiados años malbaratando recursos " y que, en el caso español, "la consecuente depresión exterior puede alargarse hasta el 2020".
Por si eso no bastase para deprimirnos, las cuentas de la Generalitat aun resultan más complicadas. Todo el mundo coincide en que el Consell planea despidos generalizados en las empresas públicas para después de las elecciones, evidentemente. Por otra parte, aunque Paula Sánchez de León rebata la tesis privatizadora de las televisiones públicas que preconiza la secretaria nacional del PP, María Dolores de Cospedal, la RTVV tiene que hacer frente a inminentes pagos que no puede atender y ya algunos proveedores se niegan a seguir dándole servicio.
Incluso la hasta hace poco aparentemente saneada Bancaixa acaba de anunciar en labios de José Luis Olivas que tendrá que ajustar aún más el personal y vender oficinas para hacer caja. Pero, ¿es posible que todos, administraciones, entidades financieras, particulares,... se pongan a liquidar activos simultáneamente sin que se resienta por ello el mercado?
Por supuesto que no. Así que tendremos que apretarnos el cinturón más que los demás. No en vano nuestra tasa de paro del 22,9% es superior a la media española, por lo que necesitaremos que el PIB crezca más del 2% anual para crear empleo. También estamos a la cola en el nivel de enseñanza primaria y secundaria y el coste financiero de nuestra deuda excede al gasto en personal de la Administración.
Estos son unos pocos ejemplos de la década de austeridad que nos espera. Y es que, aunque la clase política siga predicando otra cosa, aquellos felices tiempos de duros a cuatro pesetas han pasado definitivamente a la historia.


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